Hacia Un Desarrollo Sano, Saludable y Sostenible Creando un Política Carbono Negativo en El Salvador
El cambio climático constituye mucho más que una coyuntura pasajera.
Representa una época histórica; una verdadera amenaza existencial para la raza
humana así como la gran mayoría de especies existentes.
Por
300 años la actividad humana denominada “desarrollo”, “progreso” y crecimiento
económico ha alterado la química atmosférica, acuática y terrestre. Por 300
años cada “avance” registrado a favor de un mundo moderno surgió a raíz de la
quema de combustibles fósiles en la forma de petróleo, carbón y gas natural. En
su afán de crear un paraíso en la tierra, repleto con rascacielos, camiones y
aviones, la raza humana creó un infierno en el cielo. El aumento peligroso de
gases de efecto invernadero en la atmosfera está captando un calor excesivo en
la tierra, provocando una cadena de efectos mortíferos para las generaciones
venideras.
Estudios científicos muestran que el
límite absoluto para evitar una catástrofe climática total es 350 partes por
millón. Aproximadamente en el momento que el pueblo de El Salvador celebró la
firma de los Acuerdos de Paz, esperando un mundo nuevo, justo y estable, el
mundo entero entró a la zona de peligro climático, sobrepasando de una forma
definitiva, las 350 partes por millón del dióxido de carbono atmosférico. En
mayo de 2013, la concentración atmosférica del dióxido de carbono sobrepasó 400
partes por millón. A tal concentración, el mundo entero es testigo de los
cambios ya acelerando: huracanes con más
frecuencia y más furia; sequias más prolongadas con mayores procesos de
desertificación; un aumento notable en la temperatura y un aumento devastador
en el nivel del mar. El único factor ahora que
previene una catástrofe total por ahora es la ley de física de inercia: los
cambios llevan su tiempo. Son lentos…pero seguros.
Todavía
tenemos el lujo de seguir con los delirios tradicionales y peligrosos: que el
crecimiento económico puede ser eterno y que no existe límites en la
naturaleza. El impulso hacia la modernización ha dejado una acumulación de
químicos tóxicos y venenosos en nuestros alrededores. Ahora, todo lo sagrado para nuestra existencia: el agua,
los alimentos y el aire se ha convertido en focos de infección, fuentes de
enfermedad y causa de muerte. Sin
embargo, lo más peligroso es lo que no podemos ni tocar, ni ver ni
sentir. El dióxido de carbono atmosférico no tiene olor, ni sabor ni color.
Pero su sobra nos está asfixiando.
La civilización
humana surgió y creció bajo una concentración atmosférica de 280 partes por
millón de dióxido de carbono atmosférico. 280 significaba una estabilidad
climática relativa. 350 significaba el límite absoluto para evitar una
catástrofe. 400 significa que estamos sellando el destino de los niños y niñas
de hoy en día y sus propios hijos e hijas.
La matemática es sencilla. La
política es complicada. La trayectoria desde 400 hasta 280 requiere que restamos no
sumamos. Los autores intelectuales y materiales del desastre proponen a
disminuir la velocidad de nuestro suicidio, mejor dicho, sacrificio de las
generaciones venideras. Si una política altamente carbono positivo nos ha
llevado a una distorsión de nuestro ecosistema, una política esencialmente carbono negativo puede restaurar el
equilibrio y balance necesario para nuestra existencia.
La solución del cambio climático
jamás vendrá de los autores del desastre. Con urgencia necesitamos formular
estrategias para sanar a la Madre Tierra, curar sus heridas y bajar su fiebre.
El destino de los países pobres, pequeños y vulnerables como El Salvador, están
en una encrucijada. ¿Qué puede hacer un país pequeño para resolver la crisis
moderna? El Salvador no tiene responsabilidad en la creación del cambio
climático, ni capacidad de resolver la crisis por sí solo. Sin embargo, ni el
tamaño físico de un país, ni el tamaño de su economía, limita su potencial para
dirigir este mundo a un camino de sanidad y razón. El mundo necesita con
urgencia, los “pequeños gigantes” sabios, visionarios y humildes, capaces de
abrir el camino para un mundo sano y sostenible. El Salvador puede hacerse
constructor y arquitecto del mundo nuevo, ejemplo vivo del Buen Vivir.
Tiempos extraordinarios nos llaman a tomar medidas
extraordinarias. De todas las tareas imprescindibles, la más urgente es la
recuperación de los mecanismos naturales para preservar el recurso hídrico,
secuestrar el dióxido de carbono y bombear el oxigeno. Lo sagrado de nuestra
existencia viene por medio de raíces fuertes, profundas y permanentes. Sencillamente, restauración de áreas
forestales constituye el paso más crítico en la recuperación ambiental y
climática. Si
el árbol es una maquinita para captar el agua y el dióxido de carbono y bombear
el oxigeno, un bosque es una industria imprescindible en la lucha en contra del
cambio climático.
La reforestación estratégica puede recuperar
todas especies de frutales y comestibles en vías de extinción. Una alimentación derivada de los frutos de
árboles fortalece la seguridad alimentaria en vista de la vulnerabilidad de los
granos básicos en este tiempo del cambio climático. Tales árboles frutales y comestibles
se encuentran en vías de extinción como el ojushte, el matasano, el papaturro
etc.
La
desforestación viene en gran medida por la avaricia e indiferencia de fuerzas
oscuras que ven a los bosques
como estorbos. Un bosque talado significa materia prima para bienes de valor
agregado y espacio para un “desarrollo” rentable. De hecho, la eliminación de
bosques registra como aumentos en el Producto Interno Bruto y el crecimiento
económico. Pero
el ser humano no puede seguir siendo bruto.
El sector campesino utiliza la leña, no por avaricia ni indiferencia,
sino por la sobrevivencia. De un lado, se necesita crear el marco jurídico
constitucional, protegiendo áreas forestales. Del otro lado hay que buscar
alternativas al uso de leña y la modalidad de cocinar que daña al ambiente,
contribuye al cambio climático y perjudica los pulmones de las campesinas, así
como los niños y niñas del campo.
Para encontrar pistas para un futuro sostenible, no existe una sola
panacea. La naturaleza no conoce monocultivos. La naturaleza existe como un
mosaico amplio y complejo de actores y actrices, cada uno contribuyendo al
balance y equilibrio del ecosistema. Si bien es cierto que no hay soluciones
únicas, existen elementos sumamente valiosos, capaces de amortiguar el daño,
proteger la biodiversidad y mitigar el desastre.
La Planta de Virtud
Hace milenios, los pueblos asiáticos sabían apreciar lo que llamaban: “la
planta de virtud”: el bambú. En El
Salvador se lo considera como una plaga, invasor y difícil de arrancar.
La
especie de bambú más común en El Salvador, el amarillo es invasora, y de hecho,
difícil de controlar. Sin embargo, el bambú tipo Asper tiene características
muy distintas. Entre ellas:
(1) El bambú tipo Asper es altamente amigable a la biodiversidad.
Distinto al bambú amarillo, el Asper es sedentario. La macolla del Asper se
forma en un área predeterminada sin ser invasiva.
(2) Siendo miembro de la familia
gramínea, el Asper es renovable. Mientras sus raíces se mantienen intactas, la
planta puede sobrevivir repetidas cosechas. Se puede reemplazar la leña con el
bambú, sin generar la desforestación. El bambú puede reemplazar los troncos de
árboles como fuente energética en varias industrias como los ingenios o
ladrilleras.
(3) La velocidad de su crecimiento y la intensidad de su
actividad fotosintética son manifestaciones de su alta capacidad de secuestrar
el dióxido de carbono. Se ha
calculado que el bambú capta 35% más dióxido de carbono que árboles y emite 35%
más oxigeno. Se ha estimado que 100,000 hectáreas de Asper puede succionar
todas las emisiones de dióxido de carbono del tráfico vehicular en El Salvador.
(4) El
Asper es sinónimo de agua. Genera mantos acuíferos y protege zonas de recarga
hídrica. El bambú asegura la humedad de suelos, un factor importante en la
reducción de riesgos en los procesos de desertificación ya manifestándose en la
formación y expansión del Corredor Seco Centroamericano.
(5) La complejidad de sus raíces
ayudan a controlar la filtración de agua y flujos hídricos subterráneos. Así
puede desempeñar un papel importante en la prevención o tratamiento de cárcavas
ahora amenazando muchos sectores urbanos en el país.
(6) El
bambú actúa como compuertas naturales captando el agua en tiempos de
sobresaturación y liberando el agua cuando siente la sequedad. Así regula
caudales de ríos.
(7) El bambú puesto por las orillas de ríos, regula caudales no
solo por acción de sus rizomas. Capta
cantidades de agua llovida en su follaje. Esto demora y extiende el tiempo que
el agua cae a la tierra, ayudando a prevenir crecidas repentinas. La bóveda del
bambú, cubriendo los ríos puede efectivamente reducir la temperatura abajo,
evitando una evaporación excesiva.
(8) El entretejido de las raíces del
bambú, amarra la tierra para evitar la fuga de nutrientes de los suelos,
previniendo la erosión, un
factor gravemente afectando la fertilidad de suelos en El Salvador.
(9) Mientras las raíces amarran
los suelos, la abundancia de su hojarasca es generadora de capas fértiles de
suelo en pocos años. Mientras un área
forestal puede llevar más de 200 años para producir tres o cuatro centímetros
de una capa fértil, el bambú lo hace en seis años.
La Cocina Ecológica Carbono
Negativo
Simplemente
reemplazando la leña con el bambú no resuelve el problema de las emisiones de
carbono. La creación de humo de los fogones en el aire libre genera emisiones
del dióxido de carbono contribuyendo al cambio climático así como una
incidencia espantosa de enfermedades respiratorias entre las campesinas y sus
hijos e hijas pequeñas. Para contribuir a resolver los problemas ambientales,
climáticos y de salud, hay que cambiar la modalidad de cocinar.
Como
alternativa, se puede utilizar una estufa ecológica que puede funcionar con el
bambú. La cocina ecológica funciona por la pirolisis, o sea en la ausencia del
oxigeno. Dentro de un depósito casi cerrado, un fuego inicial calienta el bambú
causando una fuga de aceites hacia arriba. Los aceites se encienden con el
fuego inicial creando llamas limpias, fuertes y sostenidas sin humo y sin las
emisiones del dióxido de carbono. Al final, el residuo en el depósito no es
ceniza. Lo que queda es una materia sumamente valiosa. Se llama biocarbón.
El biocarbón representa el carbono recalcitrante que iba a la atmosfera.
Una vez puesto en la tierra, actúa como una enmienda del suelo dando una gran
fertilidad a tierras degradadas. En el
mundo de hoy entre dos y tres mil millones comen sus alimentos cocinados en
fogones del aire libre, diariamente. La cocina es un factor significante en la
generación del cambio climático. La cocina ecológica ofrece una alternativa.
En
lugar de contribuir al cambio climático y mayores niveles de enfermedades, la
cocina campesina puede contribuir a la fertilidad y productividad de
suelos. El biocarbón puede ayudar a
reducir la dependencia mortal en insumos tóxicos. Así no solo puede salvar los
pulmones de la Madre Tierra, las mujeres, niños y niñas. Puede ayudar a salvar
los riñones de los campesinos ahora bajo sitio por una modalidad de agricultura
sumamente peligrosa y venenosa.
Bajo
un microscopio, se ve las maravillas del biocarbón. Se ve que el biocarbón es
una materia excepcionalmente porosa.
Un pedazo de biocarbón, del tamaño de un
borrador de un lápiz, tiene la misma superficie igual a dos canchas de futbol. Dentro de sus poros entran los
microorganismos benéficos con nutrientes. Dentro de sus poros entran
reservorios de agua, ayudando a mantener la humedad de suelos, un factor
imprescindible en la prevención de procesos de desertificación. El biocarbón
capta los metales pesados como mercurio, arsénico y otros contaminantes que
ahora causan estragos con la salud humana especialmente la insuficiencia renal
crónica.
El biocarbón es tan potente en contra de los
contaminantes que una vez fue rociado sobre las afueras de una mina
estadounidense abandonada en el estado de Colorado. Por muchos años, las
laderas de la mina parecían un desierto gris. Sin embargo, después de la
aplicación del biocarbón, en un par de meses, la colina gris se transformó en
un verde inesperado, llena de vida. Los microorganismos beneficiosos al
ambiente, dentro de los poros del biocarbón consumen y degradan los
contaminantes.
Efectos Secundarios del
Asper
En
muchas partes del mundo, se ha reconocido las bondades ambientales y climáticas
de varias especies de bambú. Sin embargo, hay menos reconocimiento de las secuelas
y efectos secundarios del cultivo masivo del Asper.
Dentro de un país, con un déficit habitacional de alrededor de 700,000,
el costo de la vivienda digna construida de una forma convencional sería
astronómico fuera de las realidades presupuestarias tanto estatal como
personal. Los otros costos devastadores de la construcción convencional en la
producción de concreto y cemento son ambientales y climáticos.
El cemento y concreto requieren una extracción
de grava y roca, muy a menudo desde las orillas de ríos, la cual crea una
desforestación en áreas críticas. Las bancas ribereñas necesitan una abundancia
de raíces profundas y fuertes para mantener flujos y corrientes de agua.
Dragando la roca desvía rumbos y afecta caudales. Al estirar las orillas se
provocan el desbordamiento o el desaparecimiento de ríos.
Una vez dragado, el proceso de convertir la
roca en cemento requiere fuentes de energía fuertísimas, creando emisiones
exageradas de dióxido de carbono. A nivel mundial la industria de construcción
es responsable para 50% de las emisiones de los gases de efecto invernadero. La
Madre Tierra en su totalidad ruega alternativas.
El Bambú tipo Asper produce una cantidad
extraordinaria de biomasa en tiempo corto. Esa biomasa es materia estructural,
pasando las pruebas arquitectónicas de una forma excepcional, para calificar
como materia de construcción de primera clase. Tiene una fuerza de compresión similar
a acero. Además siendo muy flexible, el bambú tipo Asper es seísmo y huracán
resistente.
Cultivado a nivel local por el sector campesino, capacitado en su
manejo, en proyectos de ayuda mutua, el pueblo mismo puede construir sus
propias viviendas. Con estética, El Salvador puede cumplir con su obligación
establecida en los acuerdos de las Naciones Unidas: la vivienda digna es un
derecho humano fundamental.
Apostándose en crear la vivienda digna, en lugar de
desforestar y contaminar, por medio del bambú, se puede dar impulso a la
reforestación y descontaminación.
En lugar de debilitar caudales de ríos, el
bambú puede salvar los ríos. En lugar de la marginación de masas de la
población, El Salvador puede contar con la materia prima para resolver su
déficit de vivienda.
La pobreza no significa estrictamente la falta de
una vivienda digna. La persistencia de la pobreza viene a raíz de un modelo
impuesto desde afuera, desde hace tiempo. El proyecto neo-liberal insiste en la
apertura de mercados, en la importación de bienes de valor agregado. Tal
importación crea una hemorragia grande de la riqueza nacional. La hemorragia de
riqueza asegura la persistencia de pobreza. La persistencia de pobreza genera
una hemorragia de la juventud buscando su suerte en el exterior.
Un elemento clave en la generación de una economía
soberana, dinámica y popular es la fuente local de materia prima capaz de ser
convertida en bienes de uso común así como estructuras e infraestructura de
importancia social. La fibra del bambú tipo Asper es extremadamente versátil.
En su forma tierna, el Asper es comestible.
El brote del bambú es un alimento
altamente nutritivo y muy popular en los países asiáticos. Del Asper maduro,
una vez procesado de una manera ambientalmente amigable, se puede producir
bienes duros perdurables, suaves perdurables y aun desechables biodegradables.
Con un criterio carbono negativo, una cantidad de obras públicas pueden ser
construidas utilizando el Asper limitando el uso de concreto, cemento y metales.
Utilizando materia prima cultivada localmente, con
una mano de obra calificada, cooperativas de carpinteros, sastres, artesanos,
constructores y trabajadores en general desempleados o subempleados, pueden
trabajar para llenar la demanda interna de bienes y estructuras. Eso es el
efecto secundario de salvar el medio ambiente y ser ejemplar en el combate en
contra del cambio climático. La dignidad humana puede ser subproducto de un
manejo razonable y estratégico de nuestra Madre Tierra.
Otro Campeón Climático, Ambiental y Social
Aparte del bambú existe otra planta subvalorada y
objeto de mucho prejuicio. Siendo primo de marihuana, el cáñamo es culpable por
asociación. Sin embargo, el cáñamo no es
droga y contiene menos estupefacientes que la leche materna. Es una planta con
características ambientales muy notables. La velocidad de su crecimiento indica
su alta capacidad de captar el dióxido de carbono. Es una planta que no
requiere fertilizantes ni pesticidas en su crecimiento.
Una vez cosechado, se saca la parte interior,
la parte celulosa del cáñamo. Se muele y
se pone en moldes con cal hidráulica, añadiendo agua. Después de algunas horas,
se convierte en una especie de concreto. Pero hay diferencias básicas entre el
blokitubo y bloques del cáñamo. El cáñamo tiene de dos a tres veces la
fortaleza del concreto convencional. Una vez hecho pared de una casa, el cáñamo
sigue endureciendo precisamente porque sigue secuestrando el dióxido de
carbono.
Después de su uso útil, o sea después de
demoler una casa de concreto, los blokitubos se convierten en ripio. Después de
su uso útil, después de demoler una casa de cáñamo, se convierte en compostaje,
en tierra negra, siendo biodegradable.
Aparte de producir productos estructurales, el cáñamo igual al bambú,
puede ser convertido en un espectro de productos suaves, flexibles y durables.
El cáñamo puede ser transformado a una especie de plástico. La botella
“plástica” de cáñamo es distinta al plástico convencional derivado de petróleo.
El plástico de cáñamo es biodegradable. O sea, después de utilizarlo tantas
veces, se puede tirarlo en el suelo donde igual a los bloques del cáñamo, se
convierte en compostaje. En lugar de producir una catástrofe, se puede contribuir a la salvación de la Madre
Tierra.
La fibra del cáñamo también puede ser
convertida en tela para confeccionar ropa fina. Las semillas del cáñamo son altamente
nutritivas con propiedades medicinales. Una hectárea puede producir
aproximadamente 1,000 libras de semillas.
La modernidad ha desarrollado con la lógica de
crear un gran flujo del carbono, desde la tierra, hasta el cielo, donde está
generando el caos climático. La lógica del Buen Vivir, es devolver el carbono
atmosférico a la tierra, donde crea mayor fertilidad. El Salvador puede superar
su condición de ser víctima pasiva del cambio climático y la crisis ambiental,
convirtiéndose en arquitecto del mundo nuevo, un mundo sano, saludable y
sostenible.
Un
país capaz de romper el molde y establecerse en la práctica como ejemplo vivo
del Buen Vivir, es un país capaz de dirigir el mundo fuera de las tinieblas.
Sin minar, talar, quemar o envenenar nuestros entornos, la humanidad puede
lograr el Buen Vivir, cuidando la naturaleza.
Se puede cultivar, cosechar,
confeccionar y construir lo necesario para superar la pobreza y vivir con
dignidad. Si el gobierno establece un criterio carbono negativo en la
licitación de todas las obras públicas, en la construcción de casas, escuelas,
clínicas, postes, plataformas, pasarelas, muros de retención etc. ¿Quiénes
ganarían las licitaciones: la gran
empresa, altamente carbono positivo y contaminante o el sector campesino, cuyas
actividades pueden ser altamente carbono negativo? Ya es la hora y la época histórica, de soñar con un mundo viable para un
futuro no tan lejano. En las manos de los campesinos y sectores históricamente
marginados, queda la clave. Podemos cultivar y construir un futuro brillante
para las generaciones venideras. O podemos calcinar su futuro. El precio de
seguir con “normalidad” queda entre lo catastrófico y lo apocalíptico. El
premio de crear un país y un mundo sano, saludable y carbono negativo,
pertenece a esas generaciones herederas del mundo que dejamos hoy para ellas.
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