Aprendiendo de la Pandemia

Aprendiendo de la Pandemia (Miguel Hoffman)

Recientemente Donald Trump quejó que mucha gente no quiere abrir las escuelas estadounidenses para la próxima temporada escolar oficial en septiembre. Él notó que países como Alemania, Dinamarca, Suecia y Noruega tienen planes para abrir sus escuelas. El día que hizo su anuncio, en Alemania hubo 298 casos nuevos del Coronavirus COVID-19. En Suecia hubo 57, Noruega, 11 y Dinamarca 10. En el mismo día hubo 55,442 casos en los Estados Unidos oficialmente. Casi 1,000 se murieron ese día del virus.

Hace un par de semanas, el conteo promedio de casos nuevos oficiales diariamente fue alrededor de 40,000. Pronto subió a 50,000. Hace varios días fue más que 60,000. En las últimas 24 horas superaron 70,000. Dr. Fauci, el doctor encargado de infectología de Estados Unidos anunció que pronto el promedio va a llegar 100,000 casos diarios. El Centro de Control de Enfermedades (CDC) explicó que el conteo oficial, puede ser solamente 10% de los casos reales.

Los Estados Unidos, el “líder del mundo democrático”, el país “más avanzado” del planeta se ha convertido en un infierno. Donald Trump es el autor intelectual y material de una de las masacres más grandes en la historia. Desde el principio de la pandemia hasta ahora, los Estados Unidos perdió casi doble la cantidad de personas que se murieron durante 12 años de guerra en El Salvador. Muchos de los hospitales en ciudades grandes como Houston y Miami ya no tienen camas de cuidos intensivos disponibles. Han creado listas de espera para pacientes ya agonizando.

Si los Estados Unidos no tiene capacidad para cuidar a las víctimas, ¿qué va a pasar en los países empobrecidos? No estamos preparados aquí para enfrentar la crisis. Ni siquiera están haciendo exámenes de los doctores, doctoras, enfermeras y enfermeros enfrentando la enfermedad de una manera frontal. Ni aquí, ni allá.

Ahora por todos lados, las historias están acumulando. Muchos están cayendo. Se puede fácilmente decir que la gente debe quedarse en casa, andar con mascarilla y siempre lavarse las manos cuando muchos ni tienen para tortillas ni agua en la casa.

La experiencia de los Estados Unidos es clarísima: cuando se abre sin un plan coherente y subsidiado del gobierno nacional, de una manera sumamente cuidadosa, estamos tirando al pueblo más pobre y vulnerable directamente a la línea de fuego. Es una emboscada anunciada. A los pobres, la elección es sencilla: morir de hambre o morir del Covid. El dilema que enfrentamos es la injusticia de un modelo de desarrollo extremadamente destructivo, sin compasión y sin interés en medir consecuencias de sus acciones.

La coyuntura del COVID es una oportunidad para los países ricos, los zopilotes del mundo. Los países empobrecidos necesitan hundirse más en deudas, pidiendo prestado para lidiar con los efectos de cualquier huracán, sequia o pandemia. Y para colmo, el porcentaje de recursos que realmente llega a ayudar a las victimas sin duda es mínima.

La coyuntura del Covid debe servir como una oportunidad para los países pobres. Juntos pueden salir de la trampa del milenio. No podemos seguir buscando migajas carísimas de Donald Trump y amigos. Aquel quien calificó El Salvador como un hoyito de mierda, el mismo que separa niñas y niños centroamericanos de sus madres y padres y el mismo quien declaró que los nazis y KKK son patriotas, es el mismo quien está dirigiendo este mundo a un abismo total.

Necesitamos no solamente rechazar ese hombre, sino el modelo que él representa. Es un modelo moribundo que destruye ecosistemas, agota recursos, genera pandemias, calienta el planeta y sacrifica a su pueblo. Para regresar a un camino de sanidad no podemos contar con los destructores. Los países y pueblos empobrecidos necesitan declarar BASTA YA. Necesitamos trazar un camino de sanidad y misericordia para nuestra sagrada Madre Tierra y todos sus habitantes.