Cincuenta años después del primer “Día de la Tierra”


Cincuenta años después del primer “Día de la Tierra”, el planeta se ha convertido en territorio enemigo para la raza humana. La mayor parte de la población humana está encarcelada dentro de sus casas. Cada salida es un riesgo de una emboscada silenciosa pero letal de un enemigo invisible, sin cara. Ahora se están proyectando un rebrote agresivo por el final del año del COVID-19. Pero, hay un cierto punto cuando el hambre no deja alternativas a muchos millones a nivel mundial, sino exponerse al enemigo.

La humanidad olvida con tanta facilidad su propia historia. Fue hace unos 102 años cuando un ser humano en quince se murió de la pandemia: la “Influenza Española”. 100 millones de personas de una población de 1.5 mil millones perdieron sus vidas en un mundo donde la mayor parte de seres humanos vivía en el campo, y muchísimos no sabían lo que fue un carro o avión.

Aún en aquel entonces el mundo tenía una ventaja que no tenemos hoy en día. Hace cien años, el mundo tenía una cobertura forestal mucho más amplia y robusta. Los epidemiólogos saben que bosques son sistemas naturales para la contención de los virus. Sin bosques, los animales pierden sus hábitats. En lugar de hábitat natural y bosques diversos, el mundo tiene centros urbanos, cañales y pastizales gigantescos. En su conjunto los pastizales del mundo tienen el tamaño del continente de África. Dentro de este contexto, el planeta está experimentando una explosión de enfermedades “zoonóticas” cuando los microbios de una especie brincan y saltan de una especie a otra.

Hoy en día vivimos en un mundo con 7.7 mil millones con la mayor parte de la población humana viviendo amontonada, muchos en la pobreza, en ciudades grandes. En tiempos normales, millones están circulando por todos lados, todos los días en carros, camiones, trenes y aviones. Son transmisores agresivos de cualquier virus que puede estar explotando.

No debemos aceptar como normal, epidemias de Zika, Chikunguña, paludismo, SARS, MERS, VIH-SIDA o COVID-19. Estos son los residuos de una “civilización” salvaje. Hoy en día, tenemos condiciones para la transmisión de enfermedades como nunca antes.

Para sobrevivir, necesitamos rescatar y restaurar la biodiversidad que la humanidad está destruyendo. No basta tener un Plantatón por un rato una vez al año, poniendo varios arbolitos por aquí y por allá. Necesitamos hacer un inventario exhaustivo de todos los árboles y arbustos con valor nutritivo y medicinal. Debemos hacer un esfuerzo incesante para llenar el país con esas bellezas. Debemos abrir bancos de semillas de esas especies para proteger el patrimonio más valioso de la nación: sus recursos genéticos. Si nuestras hijas e hijos van a sobrevivir el mundo de mañana, debemos dejarles comida y agua. Los granos básicos son altamente vulnerables y no van a sobrevivir el mundo de mañana. Los bosques constituyen la seguridad para un futuro no tan lejano. Pero podemos llegar a un punto cuando ni la reforestación sería imposible; cuando los bosques existentes van a morir en cadena. ¡No vayamos allá! ¡Las futuras generaciones y las especies biológicas merecen mucho mejor! 

(Por Miguel Hoffman).

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